sábado, 23 de febrero de 2008

LA PLAYA


Era una tarde coloreada: naranjas mezclándose con amarillos que se volvían violetas para confundirse con el celeste que invitaba a soñar.

El agua llegaba tranquila, el atardecer se intuía hermoso, igual era consciente del eclipse que se avecinaba. Los ánimos seguían algo confusos.

Paseaba inmersa en sus pensamientos intentando relajar su mente mientras se perdía en el horizonte que se mezclaba en una línea azul.

Intentaba no pensar, no soñar, únicamente recordar los momentos más bellos de su vida, los antiguos, y los presentes. Los reales y los soñados, los que fueron y los que podían ser.

Se descalzó para sentir la arena a sus pies y conectar de alguna manera con algo que no le dañara, sentir la Naturaleza en estado puro, sin palabras, sin pensamientos. Miraba fíjamente al mar, no se veía más que agua, afortunadamente, los edificios quedaban a su espalda. La vista era relajante. Su vista empezó a perderse en la lejanía, los ojos fueron los primeros en agradecérselo, estaban cansados de tanta humedad sentida en estos últimos tiempos.

Las olas morían pausadas en la orilla, apenas había espuma. Automáticamente se descalzó, y se adentró en el mar. Tarareó un trocito de canción que le vino a la mente ahi, a la orillita del mar... pero el frío del agua le estremeció. No era tiempo de baños en pleno mes de febrero, pero asimiló ese frío que se apoderaba de sus pies.

Dudó un instante en salir para secarse, pero vio que no tenía toalla, sólo había ido a dar un paseo, y los impulsos le hicieron mojarse sin pensar en las consecuencias. Se acostumbraría a ese fresquito. El contacto le venía bien.

Siguió caminando sintiendo cada ola en sus piernas, y conforme avanzaba, esos escalofríos se tornaron agradables, cálidos, se acostumbró en pocos pasos a esa sensación.

Era agradable abandonarse a los sentidos, a los instintos primarios dejando la cabeza con poca actividad.

Hacía tiempo que no se sentía así, oscurecía y decidió volver. Pero lo hizo despacio, dejando que el aire, ya fresco de la noche, le inundara su rostro mucho más relajado.


Fue un atardecer especial. Decidió en ese momento aceptar las cosas como son y disfrutar de cada instante, de cada soplo, de cada guiño. No esperaría nada más. Sólo lo que la propia Naturaleza le ofrecía y que a menudo no vemos.

Si. El aire fresco le refrescó sus pensamientos y comprendió.

martes, 19 de febrero de 2008

Colores

Colores que se mezclan,
colores que separan,
colores que encontramos,
colores que fluyen.

Naranjas intensos,
Rojos solapados,
Verdes azarosos
Azules que relajan

Amarillos que recuerdan
Rosas que se añoran
Grises que invaden
Negros que mandan

Dorados... plateados...
los rayos del sol hacen de las suyas,
los de la luna embriagan.

Quedarse con el arco iris,
y poder atraparlos todos.

domingo, 17 de febrero de 2008

Ausencias

El sueño tomó alas,
y una racha de viento
lo empujó hacia el suelo.
Ahogando lo vivido,
se quedará en bellos recuerdos.

Contradicciones en soledad,
invierno duro el de este año.
Ausencias forzadas
que no he podido decidir y
sólo me quedará recordar.

Ausencias que intuyes
y se hacen realidad.
Ratos extraños:
volveré a racionalizar
e intentar entender.

Transformar sentimientos
y mantener su presencia.
Los sentimientos duelen
y la pérdida indescriptible.
Mejor dejar de pensar.

jueves, 14 de febrero de 2008

Matineros

Sueños caidos en días de espera.
Horas compartidas de quince minutos.
El tiempo se estrecha en nuestro mundo.
Ausencias estudiadas para salir ilesos.
Sin cafés, me tomaré un té.
De golpe no, a golpecitos.
Sensación de abandono intencionado,
alguien puso el pie en el suelo,
quizá pensó en su mundo.
Habrá que salvar lo poco que quede de racional
para ahogar otros sentimientos novedosos.
Ahí nos quedamos.
La velocidad del pensamiento supera las intenciones.
Los deseos se apoderan y hay que controlarlos.
No sé si es mejor de golpe que anunciado.
Los inesperados duelen en el momento,
los planeados sólo alargan la agonía.
Ambas duelen.
Improvistos que habrá que afrontar.
No me queda otra.

No nos queda otra.

miércoles, 6 de febrero de 2008

ron
















En cualquier caso siempre quedaba volver a Sevilla, como una estela de estrellas blancas hacia su canción, como un enorme boomerang con sus alas mirando al Guadalquivir, hacia ti, hacía todo; y la extraña sensación de serte aquello mismo que llaman vivir, que llaman morir bajo toneladas de inexpresión.

Recuerdo que tenía la garganta seca, con el mismo deseo de vivir como viven las palabras, tal vez como viven los momentos. La voluntad de vivir con la sombra proyectada sobre tu sonrisa, allá donde los besos te mueven aún antes de nacer, aún antes de sangrar su deseo.



El ron recorría tus venas mientras mirabas con recelo a tu alrededor. Sintiéndote parte atómica de una inmensidad metropolitana que no iba contigo, con gestos de la calle, con oscuridades, con un silencio goteante en cada mirada de sus millones y abigarrados ciudadanos.


Sólo nuestras miradas se cruzaron y todo cambió. Tal vez como la noche, por eso encontraba cercana tu voz, aquel trago se cruzó para siempre en mi vida. Me invitaste con un gesto, me acerqué, y lo acepté.


La voz era gravosa, apenas audible, pero el trago nos unió. Me dirigí al baño y me seguiste. Tus pasos retumbaban en mi cabeza como si fueran mi única salida. Nuestras lenguas empezaron a juguetear, y tus siete mil rosas blancas diseñadas para mi sonrisa se desgajaron en un momento en nuestros cuerpos.


Ya sé que la esperanza vomita engaños, y mi angustia crece por momentos con unas inmensas ganas de escupirle al mundo. Estoy pensando en librarme de este vacío que me atenaza todo movimiento.
Tengo, ahora recuerdo, treinta y nueve años, uno tras otro, treinta y nueve vagones de ilusiones muertas y estoy terriblemente agotada de tanto respirar, de tanto caminar sin destino. Todo se pudre en mi múltiple mente. Es triste convertirse en recuerdo, en pasado.
Alguien me ha muerto en su mente y pienso que todo es una farsa. Pienso entonces en miles, millones de palabras, para sangrarlas. Pero nadie escucha, nadie entiende. Me pregunto a mi misma porqué lo hago, porque me rompo en pedazos. Porqué me alejo con un cigarrillo entre mis labios.